Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

II Samuel 24, 12-24

12 «Anda y di a David: Así dice Yahveh: Tres cosas te propongo; elije
una de ellas y la llevaré a cabo.»

13 Llegó Gad donde David y le anunció: «¿Qué quieres que te venga,
tres años de gran hambre en tu país, tres meses de derrotas ante
tus


enemigos y que te persigan, o tres días de peste en tu tierra? Ahora piensa y
mira qué debo responder al que me envía.»

14 David respondió a Gad: «Estoy en grande angustia. Pero caigamos
en manos de Yahveh que es grande su misericordia. No caiga yo en manos
de los hombres.»

15 Y David eligió la peste para sí. Eran los días de la recolección del
trigo. Yahveh envió la peste a Israel desde la mañana hasta el
tiempo
señalado y murieron 70.000 hombres del pueblo, desde Dan hasta Berseba.

16 El ángel extendió la mano hacia Jerusalén para destruirla, pero
Yahveh se arrepintió del estrago y dijo al ángel que exterminaba el pueblo:

«¡Basta ya! Retira tu mano.» El ángel de Yahveh estaba entonces junto a la
era de Arauná el jebuseo.

17 Cuando David vio al ángel que hería al pueblo, dijo a Yahveh: «Yo
fui quien pequé, yo cometí el mal, pero estas ovejas ¿qué han hecho? Caiga,
te suplico, tu mano sobre mí y sobre la casa de mi padre.»

18 Vino Gad aquel día donde David y le dijo: «Sube y levanta un altar
a Yahveh en la era de Arauná el jebuseo.»

19 David subió, según la palabra de Gad, como había ordenado
Yahveh.

20 Miró Arauná y vio al rey y a sus servidores que venían hacia él.

Entonces Arauná salió y se postró rostro en tierra ante el rey.

21 Y dijo Arauná: «¿Cómo mi señor el rey viene a su siervo?» David
respondió: «Vengo a comprarte la era para levantar un altar a Yahveh
y
detener la plaga del pueblo.»

22 Arauná dijo a David: «Que el rey mi señor tome y ofrezca lo que
bien le parezca. Mira los bueyes para el holocausto, los trillos y los yugos
de los bueyes para leña.

23 El siervo de mi señor el rey da todo esto al rey.» Y Arauná dijo al
rey: «Que Yahveh tu Dios te sea propicio.»

24 Pero el rey dijo a Arauná: «No; quiero comprártelo por su precio,
no quiero ofrecer a Yahveh mi Dios holocaustos de balde.» Y David
compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata.